La palabra género apela a la división y clasificación de un conjunto de objetos, podemos hablar de géneros literarios o del género taxonómico en que se dividen los reinos animales. De esta manera, hablar de género es hablar de separación, distinción y categorización. Para efectos de este trabajo, género describirá la separación de los seres humanos a partir de sus genitales externos en machos y hembras y su significación social en tanto, hombres y mujeres.
Puedo pensar que en diferentes culturas la división sexual del trabajo es uno de los primeros intentos por establecer funciones sociales y por tanto, una estructura social. Los hebreos crearon una diferenciación social que atribuye al hombre la función del trabajo de la tierra mientras a la mujer le otorgan la función maternal (lo que está plasmado en su mito fundacional con la narración de la creación de Adán y Eva). Con lo anterior, el pueblo hebreo estableció roles específicos para hombres y mujeres. En el Imperio Romano también se instituyó una separación del trabajo donde los hombres se dedicaron a la organización de la vida pública y las mujeres quedaron a cargo de la crianza. Estas formas de estructuración a partir de ser hombre o mujer, terminaron por naturalizarse y vivirse como si “las cosas fueran así”, perpetuándose como rasgo de un modo particular de orden social, lo que Castoriadis llama el imaginario instituido, más específicamente lo imaginario central en el caso de la sociedad occidental desde la Edad Media, imaginario que es independiente del contenido biológico.
Con la llegada de la modernidad, donde se establecen los grandes relatos identitarios, como la clase, el género, la nacionalidad y la raza, cobra fuerza la conformación social donde la mujer es relegada al ámbito privado mientras el hombre es el encargado de los asuntos públicos. De esta manera, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, documento generado tras la Revolución Francesa, sólo contemplaba como ciudadanos, y por tanto sujetos de derechos, a los varones. A pesar de algunos intentos de Olimpia de Gouges y otras mujeres por evidenciar esta situación y generar políticas igualitarias, imperó la visión patriarcal de la sociedad.
A partir de los años treinta del siglo pasado, podemos encontrar en la antropología, estudios pioneros que ponen de manifiesto el origen social de las diferencias sexuales. Así Murdock (1937) sostiene que el hecho de que los sexos tengan una asignación diferente en la niñez y ocupaciones distintas en la edad adulta es lo que explica las diferencias observables en el “temperamento” sexual. En 1942, Linton habla del aprendizaje del estatus sexual y los comportamientos apropiados de ese estatus.
Sin duda, uno de los trabajos fundamentales para la aparición de la Teoría de Género es el estudio que realiza Margaret Mead (1935) en tribus de Nueva Guinea, donde empieza a dar cuenta que las diferencias conductuales entre hombres y mujeres se dan por procesos de socialización más que por cuestiones biológicas. El segundo trabajo que sienta las bases de la primera generación de estudios sobre mujeres es el texto “El Segundo Sexo” de Simone de Beauvoir (1949) donde la frase “la mujer no nace, se hace”, desconfirma los argumentos biologicistas que sostienen la desigualdad y violencia que sufren las mujeres, rompiendo la naturalización de los roles de género.
En los años sesenta del siglo pasado empezará el cuestionamiento de las relaciones entre hombres y mujeres, surgiendo el movimiento feminista en Europa y Estados Unidos, en contra de la desigualdad, la diferencia y la violencia.
Acompañando a este movimiento social, surge el feminismo académico anglosajón y en este marco se inicia el uso de la categoría gender (género) pretendiendo diferenciar las construcciones sociales y las diferencias biológicas; iniciando lo que se llamará Teoría de Género, lo que para Lamas (1996) permite “delimitar con mayor claridad y precisión cómo la diferencia cobra la dimensión de desigualdad”. Para Legarde, el genero deviene en algo más que una categoría:
Años después y tras una vasta producción de estudios que utilizan la categoría género para analizar la vida, subjetividad y relaciones de las mujeres, comenzaron los estudios sobre hombres en tanto ejecutores de violencia, pues los actos violentos que sufren las mujeres son cometidos por hombres, y surgen preguntas en relación a cómo significan los hombres la violencia que ejercen. Posteriormente los estudios sobre hombres, exploran los efectos de la desigualdad genérica en los hombres, surgiendo lo que se nombra estudios sobre masculinidades.
Oscar Guash en su libro La Sociedad Rosa, empieza a esbozar la investigación sobre las identidades de no-heterosexuales, en específico de la comunidad gay de Estados Unidos, afirmando que “la definición de la homosexualidad a partir del referente femenino es algo constante entre los pioneros de la reivindicación homosexual e influye en la evolución posterior del movimiento homosexual.” (Guasch, 1995)
A la par de estudios sobre hombres y mujeres heterosexuales, inician los estudios lésbico-gay que desde la teoría de género empiezan a estudiar las relaciones de subordinación que la diversidad sexual enfrenta. John Boswell ocupa un lugar muy importante en el desarrollo de literatura sobre diversidad sexual, al demostrar, a través de estudios históricos, las diferentes posturas culturales que se han tenido sobre la homosexualidad, demostrando que el rechazo hacia los varones no-heterosexuales no es una constante histórica, sino una postura desarrollada en Occidente desde la Edad Media, el autor explica el término gay permite extraer conclusiones propias sobre la importancia relativa del amor, el afecto, la devoción, el romanticismo, el erotismo o la abierta sexualidad en la vida de las personas(Boswell, 1992).
Frente a los estudios lesbi-gay, surge a finales del siglo XX la Teoría Queer, a partir las reflexiones de Judith Butler que, al analizar la construcción de género de drag queens pone de manifiesto las limitantes que presenta delimitar los estudios de diversidades sexuales a la sola dicotomía heterosexual-homosexual.
A partir del pensamiento de Butler, surgen los estudios Queer, abriendo en Estados Unidos un importante espacio académico que, según Herrero Brasas (2000), han llegado a englobar el campo de estudios gays y lésbicos.
Los trabajos en Teoría de Género se logran incorporar a los argumentos para establecer las políticas públicas, creando la perspectiva de género, que busca relaciones sociales igualitarias y la satisfacción de las necesidades de hombres y mujeres a través de su reconocimiento como derechos. De esta manera, la perspectiva de género reconoce la diversidad de géneros y la existencia de las mujeres y los hombres como un principio esencial en la construcción de una humanidad diversa y democrática (Lagarde 1996).
Esta perspectiva, además, permite pensar a hombres y mujeres no como seres dados y eternos, sino como sujetos históricos, construidos socialmente, resultado de la forma de organización social de género prevaleciente en su sociedad (Lagarde 1996). Pero sobre todo como sujetos que en lo cotidiano, se ven afectados por las asignaciones sociales de género, por lo que no es posible pensar otras categorías sin introducir un matiz dado por el género: la pobreza, la reclusión, la deserción escolar, el síndrome de burn out o los programas de educación especial, no son temas iguales para hombres o para mujeres, pues habrá que, como dice Scout entender el género como una historicidad propia construida dentro de relaciones de poder, entendidas como relaciones desiguales, construidas discursivamente como campos de fuerza sociales (Scout citado por Ramírez en Careaga y Cruz 2006). Por lo que se apela a una transversalización de la perspectiva de género, es decir, que todas las políticas públicas, las investigaciones académicas y la organización de la vida social, tengan en cuenta la desigualdad por género y procure reducirla.
Referencias:
Escrito por:
Mtro. Guillermo Hernández González
Universidad de Londres
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