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Breve Introducción a la Disidencia Sexual

A pesar de todas las acciones para eliminar aquello que no se ajuste a la heteronorma, es decir, expresiones alejadas de los comportamientos sexuales “aceptados” y/o “adecuados”, existen diferentes movimientos, cuyo objetivo es reivindicar formas alternativas de vivirse como cuerpo sexuado; llamaré disidencia sexual al conjunto de esas formas alternativas.

La disidencia sexual se ha gestado, desde mediados del siglo pasado, como una propuesta política. Esta propuesta ha tratado de establecer la diferencia, no sólo como una alteridad pasiva y marcada desde las estructuras jerárquicas, sino como una posición política que cuestiona, que provoca y transgrede las visiones hegemónicas. Así, las teorías feministas, (De Barbieri, Lamas, Lagarde) los movimientos de diversidad sexual (iniciados en México en los 70`s por Nancy Cárdenas) y posturas que tratan de alejarse de las consignas del amor romántico (Morning Glory Zell), se muestran como una alternativa para re-significar las relaciones entre las personas.

Desde el movimiento feminista, por ejemplo, encontramos cuestionamientos a las estructuras de poder que mantienen y/o favorecen la violencia y discriminación hacia las mujeres en sus diferentes formas. En nuestro país, se ha obtenido el reconocimiento a algunos derechos, entre ellos, el derecho de la mujer para acceder a una interrupción legal del embarazo hasta las 12 semanas de gestación (solo en el CDMX), lo que cuestiona la finalidad reproductiva de la relación sexual, y el rol de madre como unívoco a la mujer. Otro de los derechos que se ha ganado es el reconocimiento a una vida libre de violencia, a través de La Ley General de Acceso a la Mujeres a una Vida Libre de Violencia, publicada en el diario oficial de la Federación en 2007.

Por otra parte, el movimiento de reivindicación de derechos civiles y políticos de hombres y mujeres con diferentes opciones amatorias e identidades que no corresponden al determinismo genital (transexualidades, no-binaries, etc.), ha cuestionado abiertamente la heteronorma. Este movimiento ha adquirido diferentes nombres, que desde los años setenta del siglo pasado han intentado mostrar un sentido político, que va desde la visibilización hasta la gestión de políticas públicas, como las leyes de identidad de género, la prohibición de los esfuerzos para corregir la orientación sexual, matrimonio igualitario.

Es en este movimiento reivindicativo de la no-heterosexualidad donde se empieza a gestar el término de disidencia sexual. Lo que había iniciado como movimiento gay, fue tomando diferentes nombres ante la necesidad de dar cuenta de la complejidad de las sexualidades humanas, por lo que el acrónimo LGBTTT (lésbico, gay, bisexual, travestí, transgénero y transexual) entra en la discusión pública; por una parte, colaborando a la visibilización de una amplia gama de modos de vivirse como cuerpos sexuados. Posteriormente a la serie de siglas mencionadas, se les agrega una I, visibilizando a personas intersexuales, que buscan un reconocimiento y respeto a sus cuerpos “ambiguos”, y que denuncian las operaciones de reconstrucción genital como una trasgresión al cuerpo de niños y niñas, al asignarles desde nacimiento un sexo tratando de normalizar sus cuerpos.

Otra de las caras de la disidencia sexual son las relaciones entre hombres y mujeres que cuestionan las relaciones basadas en el amor romántico, la fidelidad y el matrimonio como fin. Propuestas como la unión libre, la pareja abierta, parejas monógamas o no, que no comparten vivienda o propuestas como el poliamor, que en palabras de Emilia Torres son personas asumen la posibilidad de enamorarse de más de una persona al mismo tiempo, y que establecen la posibilidad de tener relaciones múltiples con responsabilidad afectiva (Torres en List, 2008). Otro ejemplo son las personas que deciden no establecer relaciones afectivas y/o sexuales, o bien parejas heterosexuales que se niegan a cumplir la función reproductiva, decidiendo no procrear. 

En el plano de las prácticas sexuales podemos considerar, desde la perspectiva de la disidencia sexual, que uno más de los cuestionamientos es a la norma donde la introducción del pene es determinante de la sexualidad, de tal forma que el fisting fuck, el uso de juguetes como dildos o la práctica sadomasoquista en parejas heterosexuales y no-heterosexuales alejan al pene del centro del erotismo.
De este modo, la disidencia sexual se plantea como un movimiento político que busca validar todas las maneras que el ser humano ha encontrado para relacionarse erótica y afectivamente, para conformarse como sujeto sexuado, para vivir en y desde su cuerpo.

La emergencia actora de la disidencia sexual ha descrito un proceso que va desde el reconocimiento público, hasta la gestión de políticas para el ejercicio de los derechos de la otredad. Retomando a Moscovici (1984), podemos pensar en la disidencia sexual como una minoría activa que puede ejercer procesos de influencia que impulsen la transformación social, pues la disidencia sexual, enmarcada desde lo disidente y transgresor tiene un sentido político.


La disidencia sexual, en su sentido político, cuestiona la heteronorma y las estrategias que subyugan la otredad.  Las sexualidades cruzan al terreno de lo político si, como dice Giddens, la sexualidad es “un constructo social, que opera en campos de poder, y no meramente un abanico de impulsos biológicos que se liberan o no se liberan” (Giddens, 1996:31). La disidencia sexual opera sobre estos campos de poder, los subvierte, busca una nueva forma de organización social de los cuerpos sexuados.

Aquel que pertenece a la disidencia sexual, ofrece “el punto de vista de quien habla desde fuera del poder hegemónico y entiende que el mero hecho de colocarse ahí es ya un principio libertario”.

Gilberto Rincón Gallardo (CONAPRED, 2006)

El principio libertario se lleva a la vida cotidiana en las experiencias personales de hombres y mujeres que transforman sus relaciones y visión del mundo. Por otra parte, la disidencia sexual se lleva a discusión en foros legislativos y manifestaciones públicas, con el objetivo que las políticas públicas, en salud, educación, justicia y acceso a derechos, respondan a las necesidades de las diferentes formas de vivir como cuerpos sexuados. 

De esta manera, la disidencia sexual se vuelve un tópico académico amplio, pero también una propuesta en la vida cotidiana, que construye y reconfigura nuevas subjetividades, dando posibilidades a señalar flancos vulnerables de las identidades de época e institucional y facilitando la emergencia y visibilización de nuevas identidades, como el caso de las identidades de hombres no-heterosexuales, quienes transgreden la norma heterosexista.

Desde la psicología social, la disidencia sexual, se muestra como un objeto de estudio, pues las formas de vivir en tanto cuerpo sexuado forman parte de construcciones sociales, de tensiones y negociaciones, de ejercicios de poder, de influencia de minorías, de significación y resignificación de imaginarios sociales. De ahí la pertinencia de una análisis pisco-social de las diversas sexualidades, que dé cuenta de los elementos subjetivos que están en juego al construir vidas alejadas de la heteronorma.

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Escrito por:

Mtro. Guillermo Hernández González
Universidad de Londres

*El contenido de estos artículos son responsabilidad de quién de los escribe y no necesariamente comparte las opiniones de la Universidad de Londres Campus Querétaro.

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